Desde un tono confesional, una personal pulsión poética y un fino sentido de la ironía, Francisco Díaz Klaassen hace avanzar esta nouvelle con contundentes párrafos de una sola frase que remiten a la concisión casi telegráfica de David Markson y sumergen al lector en un espacio hostil de paisajes indómitos, habitado por extraños y desencajados personajes por los que siente una compasión despiadada que recuerda a Thomas Bernhard. En la colina confirma a Díaz Klaassen como uno de los autores más originales y osados de la nueva narrativa chilena.