especial para la teología cristiana. Es importante especialmente por ser el profeta con
más revelaciones recibidas en un contexto histórico y hasta con lujo de detalles,
abordando temas mundiales de geopolítica y conquista siglos antes de que los tales
ocurriesen. Si bien, este varón es para el cristianismo mucho más que para los propios
judíos, y es por ello que le he dedicado esta obra, toda vez que, a diferencia de cómo
ocurriría en mayor medida con el judaísmo, dentro del cristianismo es grandemente un
punto de inflexión en la escatología.
El nombre ‘Daniel’ significa en hebreo “Dios es mi juez” o “juicio de Dios”,
aunque en durante su estancia en Babel (Babilonia) le llamaron en acadio ‘Balatsuusur’
(“Bel protege al rey”), transcrito al español como ‘Beltsasar’. Fue uno de los hijos
de la aristocracia judía que fueron sacados de Israel por Nabucodonosor II de
Babilonia, durante el tiempo de Iahoikin (Joaquín), rey de Judah, o sea, fue llevado
cautivo allá por el 598 o 597 a. C., aunque no se sabe oficialmente qué edad tenía
cuando fue llevado, o en sí su año de nacimiento. Algo que vino hace poco a ser
conocido es que el libro de Daniel gozaba de gran popularidad entre la comunidad
esencia, existiendo mucha información que da énfasis de sus escritura en las Cuevas
del Qumran, incluso considerándosele como “canónico” (los judíos no pusieron a
Daniel con el compendio de manuscritos de los Nebiím (Profetas) sino con los
meramente históricos, los Ketubim (Escritos)). De hecho, si la popularidad de un libro
es juzgada por el número de ejemplares de copias encontradas en las cuevas, Daniel
– con sus 8 rollos -, ocuparía el 4º lugar, junto con el libro de los 12 profetas
(Deuteronomio tiene 14 manuscritos, Isaías tiene 12, y los Samos 10).
A pesar de las críticas ya desde el Talmud, respecto de la auténtica naturaleza
de Daniel como profeta y las acusaciones sobre él por dar «buenos consejos al rey de
Babilonia» (que según Jazal provocaron que terminase en el foso de los leones), sus
escritos hablan por sí mismos, al igual que el testimonio bíblico. Como veremos más
adelante en el capítulo 9, especialmente en el final del mismo, hasta parecería que
para los judíos ortodoxos era de interés menospreciar la obra de Daniel para refutar
así la interpretación de su revelación recibida sobre la manifestación del Mesías. Si
bien, Daniel relata episodios muy fuertes de intervención celestial y hasta es citado
como uno de los “tres santos”, u hombres más gratos a ojos de Dios en la antigüedad:
«Si estos tres hombres estuvieran en medio de ella, […] y estuvieran en medio
de ella Noé, Daniel y Job, vivo yo, dice Iaheveh Adonai, que no librarían a hijo ni a
hija. Solamente ellos, por su justicia, librarían sus propias vidas.» (Ezequiel 14:18-
20, RVA 95).
Daniel era parte de los judíos nobles que fueron llevados a la corte del rey
Nabukanetzar II (nombre que suelen transcribir como ‘Nabucodonosor’). Fue en ese
tiempo que se hizo famoso por revelar a dicho soberano el contenido e interpretación
de un sueño, y a partir de ahí varias visiones históricas le siguieron hasta su
desconocido final (oficialmente no se sabe cómo terminó la vida de Daniel). Las
visiones históricas de este profeta judío abarcan los eventos más significativos de su
época, y anticipan todas las cosas más importantes que tuvieron lugar entre las
grandes potencias postreras hasta el levantamiento del imperio romano. El contexto de
la mayoría de sus visiones refiere asuntos geopolíticos y militares apropósito de
[4]
Babilonia, luego Persia, los pueblos helenos que seguirían tras esto, y finalmente los
latinos. Dichas cuestiones se constatan en al menos 5 visiones contextuales
completas remarcando lo que sería de Nabucodonosor, sus descendientes, la invasión
medo-persa, el levantamiento persa contra occidente, la venganza macedonia e
intento de respuesta aqueménide, las guerras macabeas, el sometimiento griego a
Egipto, y el fin de los judíos en Judea con el alzar del imperio romano.
A pesar de esto, es notorio que hay un par de versos del libro de Daniel (ej.
7:25-27) que hablan de costas muy posteriores, como la manifestación y obra de Belial
(el Anticristo) - parte de una cuarta bestia - así como del advenimiento del Mesías y de
la resurrección de los muertos. Este tipo de detalles, y malas interpretaciones de las
otras visiones, bajo el prisma de la mayoría de teólogos cristianos, hacen suponer que
muchas cosas dichas por Daniel aún deben ocurrir. Si bien, aunque Daniel dijese
cosas que pudiesen ser el inicio de cuestiones relativas al final de este Eón (era, siglo,
edad, ciclo, etapa), hay que complementar la tesis de sus comentarios a la luz de la
historia y otras profecías.