Del mismo modo que hizo en «La eficacia del optimismo», acerca de Charles Dickens, y en «Una espléndida sinceridad», sobre Robert Louis Stevenson, el autor apoya mucho su trabajo en comentarios y críticas de G. K. Chesterton, pues uno de sus objetivos es ampliar la información que dio sobre él en «Gramática de la gratitud» y poner así más de relieve su gran agudeza como crítico literario.
De todos modos su propósito principal es subrayar el valor imperecedero de muchas lecturas infantiles y juveniles, históricamente importantes, y contribuir a difundirlas más: que dejen de ser «clásicos» en el sentido chestertoniano de que «un clásico es un libro que se puede elogiar sin haberlo leído», y que más lectores comprueben de primera mano que son libros verdaderamente felices, de los que dejan huella y nunca se olvidan.