También teníamos un televisor en blanco y negro, con caja de madera y un gran respaldo que chocaba directamente contra la pared blanca de la sala, la cual se amarilleaba por el calor que el televisor emitía. En ocasiones, este prodigio de la tecnología era capaz de sintonizar hasta dos canales, y en otras solo aparecía niebla acompañada de un sonido tan hipnótico que mi hermano y yo quedábamos medio trastornados mientras esperábamos a que aquel trasto nos devolviera algún sonido o imagen de nuestro programa favorito: Barrio Sésamo.
Esos dos aparatos, además de la nevera (aunque esta última carecía de interés), eran todos los electrodomésticos modernos con los que contábamos en aquel hogar. Y en aquellos tiempos, no necesitábamos más.
No teníamos equipo musical, ni reproductor de VHS, ni microondas, y lo más importante: no echábamos de menos nada de eso. No conocíamos su existencia, por lo tanto, podíamos vivir sin ello, porque no lo necesitábamos.
En algunas películas de ciencia ficción de los años 80, se mostraban coches que volaban, ovnis provenientes de otros planetas, máquinas del tiempo, y ordenadores que hablaban a sus propietarios. Incluso había coches que conversaban con el conductor, mostrándole un mapa de su ubicación y destino. También aparecían escenas en las que las personas hablaban con sus parientes a través de un pequeño televisor, viéndose mutuamente. Recuerdo una vez un reportaje ilustrado en el que nos hablaban del futuro, del año 2000. El narrador aseguraba que, en ese entonces, ya no sería necesario salir a la calle para hacer las compras del hogar, ya que podríamos hacerlas a través del televisor. La imagen mostraba cómo los productos aparecían en pantalla y los pequeños camiones llegaban a las casas. ¿Ciencia ficción? Hoy es el futuro, y sin duda alguna estamos viviendo en esa ciencia ficción. Pero, ¿necesitamos todo lo que tenemos? ¿Todo?
Eso es lo que vamos a explorar en esta pequeña guía para ser felices con mucho menos.
Por lo tanto, querido lector, si tu intención —ya sea incipiente o firme— es alcanzar una vida más sencilla, con mayor descanso y paz mental, esta pequeña guía sin duda te interesará.
Por el contrario, si te consideras una persona que acumula objetos, padeces compras compulsivas, estás suscrito a todas las plataformas de películas, series y música existentes, y no te deshaces absolutamente de nada —ni siquiera de las cajas que envuelven los productos que adquieres— y, además, te sientes cómodo con esta forma de ser, lamento decirte que quizás este no sea el lugar indicado para ti... a menos que desees un cambio. No uno mejor ni peor que tu vida actual, sino simplemente un camino distinto, que conduce a una existencia más sencilla.
Importante: Querido lector, debes saber que el núcleo de esta pequeña guía es la sencillez y la practicidad. Por eso, iremos directo al grano, sin intención de llenar páginas y páginas con contenido innecesario. Todo lo contrario: aquí encontrarás información clara, útil y concisa, lo cual explica la brevedad de este tomo. ¡Disfrútalo!
Santiago Ramírez Cruz, licenciado en la universidad de la vida, nació en Madrid en 1976. Inició su formación en la lejana escuela de la educación general básica, donde aprendió a desenvolverse con el lenguaje y a dominar las cuatro reglas matemáticas. Más tarde, decidió que lo que la educación convencional le ofrecía no era de su interés, por lo que emprendió el camino de explorar el lenguaje callejero, realizando un máster en el entendimiento de las personas. Tras escuchar millones de palabras, tomó la decisión de unirlas y darles forma.
Fue en ese momento cuando comenzaron a nacer poesías de todo tipo, libres de reglas y medidas. Luego llegaron los cuentos, relatos e historias sin cesar. Y así continúa hasta el día de hoy.