A partir de las actas del juicio contra Juana de Arco, encontradas en la biblioteca de la Cámara de Diputados de París, Dreyer reconstruye el proceso contra la joven en 1431 en la ciudad de Rouen.
Después de recorrer la cinematografía europea, el danés Carl Theodor Dreyer recibió el encargo de la Société Générale des Films para que realizara una película sobre un personaje histórico. Después de rechazar a María Antonieta y a Catalina de Médicis, Dreyer optó por llevar a la pantalla la vida de Juana de Arco, utilizando para ello todos los recursos que había aprendido en aquellos años. Gracias a la colaboración del diseñador artístico Herman Warm, el cineasta dotó a su filme de una estética expresionista, con multitud de elementos simbólicos y con una clara intención de valorar el aspecto espiritual de la historia, más que su reconstrucción realista.
A ello ayudó mucho el concurso de Maria Falconetti, una actriz de teatro ligero cuya interpretación de Juana (en el único papel que realizó para el cine) ayudó a convertir al filme en una de las obras mestras de la historia del cine, a pesar de que fue recortado en su metraje por considerarse demasiado crítico con la Iglesia.