Una ciudad al norte, costera, que hace ya tiempo dio la espalda al campo y se rodeтАФ de industrias que la hicieron crecer desproporcionada, a empujones, que la alimentaron de inmigraciтАФn y trabajadores y dibujaron para ella un horizonte de chimeneas, de aristas y esperanzas, de futuros desarraigos. Un grupo de hombres que cada dтАЩa recorren sus calles en cuesta, buscтАбndole a la vida las salidas de emergencia. Miedo de larga duraciтАФn, funambulistas de fin de mes, y de principio tambi┼╜n, funambulistas sin red y sin p┼Уblico, sin aplausos al final, que caminan a diario por la cuerda floja del trabajo precario, que sujetan su existencia con andamios de esperanza y hacen de sus pocas alegrтАЩas trinchera, conversaciтАФn, rutina, como si ese naufragio del que tratan de ponerse a salvo a diario no fuera el suyo, mientras hablan de sus cosas y se rтАЩen, de todo y de nada en concreto, esperanzados, tranquilos, la maтАУana de un lunes al sol.