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La dinámica demográfica observada en el territorio nacional ha llevado, en los últimos años, a una presión adicional de las áreas urbanas sobre las áreas forestales. Por otra parte, el proceso de urbanización en curso, basado en planes municipales con previsión de amplia admisibilidad constructiva (perímetros urbanos sobredimensionados) y desprovisto de programación pública de intervenciones en el territorio, con la consiguiente ocupación de este a partir de procesos dispersos y caso por caso. caso de licenciamiento, impulsó un fenómeno de dispersión urbana, con la consiguiente (y frecuente) ubicación de edificaciones aisladas en áreas que, por no haber sido ocupadas urbanísticamente (y se encuentran abandonadas), son altamente susceptibles al fuego.

El progresivo abandono de los espacios rurales y el envejecimiento de la población rural también han supuesto importantes cambios y destrucción de la economía agrosilvopastoril, aumentando así la vulnerabilidad de estos espacios frente a los incendios forestales y, en consecuencia, aumentando también los riesgos para el medio ambiente. áreas de interfaz. Como resultado de la mayor proximidad entre estos dos espacios, hubo un fuerte impacto de incendios forestales en áreas urbanas, causando enormes pérdidas materiales y humanas (incendio en Coimbra en 2005, en Pedrogão el 17 de junio de 2017 y la región central del país el 15 de octubre de 2017). Recurrentemente, la zona central del país, especialmente el distrito de Coimbra, se ha visto severamente afectada por frecuentes incendios en la Interfaz Urbano-Forestal.

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