Hasta los diez años, la fotografía era sólo una idea lejana. Cuando mi abuela me regaló mi primera cámara, una HP digital, encendió en mí una pasión instantánea que me iluminó. Desde entonces he emprendido un viaje de autoaprendizaje, sumergiéndome en ese mundo a través de errores y correcciones. Aprendí a captar la esencia del momento contando mis historias, sin hablar. Ahora, a los 27 años, recuerdo con gratitud ese regalo que cambió mi vida. No me siento sólo un fotógrafo sino un narrador visual.