Cuando nos cansamos de nuestro mundo y nos rebelamos contra él, y odiamos su aire contaminado con la sangre de nuestros seres queridos y su suelo mezclado con sus restos puros, tratamos de alejarnos un poco de él con el alma y nadar en nuestras (imaginaciones) rosadas que tejemos como nos gusta, así sostenemos la verdad en él de un plumazo y cortamos el cuello de la injusticia con su extensión y el éxtasis disolviéndose y sintiendo la victoria. Nuestros papeles y en nuestros sueños después de que se difunden y se difunden en nuestro mundo real y casi atropellan nuestros cuellos, esos sueños que nos atraen con su esplendor y nos dejan solo después de alimentarnos de esperanza, para que no nos haga daño nadando un poco en él ... apresurándonos a ese atractivo lustre y esa aura turquesa que nos lleva al mundo de lo absurdo y nos hace olvidar nuestro tormento. Entre sus pliegues imaginarios lo disfrutamos un poco antes de irnos y nos separamos de él hacia donde nuestro mundo real se ha convertido en lo que está pasando en él ...