Presentar al niño a la deidad que adora, amarlo, luego obedecerlo y temerlo, pues el ignorante de algo no le da su destino, y esto se hace simplificando la unificación de los nombres y atributos del niño en múltiples formas que le convienen, por ejemplo, narrar eventos grandes y complejos de una forma sencilla que el niño pueda comprender.