Confesiones culinarias
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Las confesiones algunas veces dan miedo.
Quizás la boca no está preparada para el torrente de palabras que están a punto de salir.
Puede que sean los oídos. Esconden sus miedos tras caprichos y cortinas de humo.
O también por todo lo que se esconde adentro. Disfrazado de sabores que mezclan letras de canciones, recetas y emociones.
Me confieso tras el halo de vergüenza que se evapora cuando cuelo el café.
Declaro mi pasión por aderezar las palabras. Sal y pimienta no satisfacen igual, se quedaron cortas. Por qué limitarme cuando existe un mundo de especias por probar.
Manifiesto que la tozudez es producto del chocolate blanco. Me abraza cariñosamente. Malcría y regaña a partes iguales.
Y sobre todo, asumo públicamente que este libro se cocinó sin artilugios. Algunas veces en altas o bajas temperaturas. Siguiendo instrucciones y también rompiendo rutinas. Tal y como sucede en la vida real cuando te dejas llevar por los deseos impuros. Pecando de gula visual, lingual y sentimental.
Que cada uno busque la forma de absolverlos y de lavar sus culpas.
Yo no lo haré.
Prefiero seguir pecando hasta llegar a la máxima expresión del autoconocimiento.
