El primo Pons
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Honoré de Balzac muestra es lo que hay debajo de unas fórmulas morales, la otra cara, la sociedad incapaz de cambiar unas reglas de juego basadas en el puro interés. El lector se da cuenta de con quién están sus simpatías, y seguramente el autor pretende orientar las nuestras hacia las víctimas. Sin aspirar a que nada cambie, Balzac nos va mostrando el mundo tal como lo ve, y consigue que el lector se vaya identificando con su punto de vista con el fin de que se emocione, sufra, se indigne a medida que transcurre la novela.
Sylvain Pons, músico de ánimo sencillo y bueno, dotado de una viva afición por el arte, reúne con el modesto fruto de sus lecciones de armonía y limitando todos los gastos, una hermosa colección de cuadros y curiosidades, cuyo alto valor comercial ignora él mismo.
Su lado cómico, además de su ridícula fealdad (que le ha impedido casarse), está en su glotonería, que le inclina al parasitismo cerca de sus parientes. Es amigo de otro buen hombre el pianista Schmucke, tipo algo extraño, pero simpático como él. Su colección despierta las ambiciones de todo un grupo de picaros (a los que no son extraños sus parientes ricos), que apresuran su muerte, deja heredero a su querido Schmucke, quien a su vez ha de luchar contra aquellos cuervos y sucumbe a sus despiadadas maniobras.
