A través de la contemplación silenciosa del mundo que lo rodea, Tanizaki desvela el misterio de la sombra, que no es otro que la esencia misma de la belleza, con un estilo sencillo y ameno pero asombrosamente equilibrado, sereno y sutil.
Una obra clásica del pensamiento universal por primera vez traducida directamente del japonés.
Un breve ensayo que hará las delicias de todo aquel interesado en la cultura japonesa y en el arte en general. Tras la aparente sencillez de sus lineas, Tanizaki desgrana su pensamiento estético y desvela, en una brillante y continua línea de ejemplos, un mundo misterioso, quizá desaparecido, al cual podemos acceder como fuente de inspiración para crear un mundo estético propio. Es el mundo de la sombra, en el cual la experiencia más nimia o el acto más banal puede ser sublime.
El elogio de la sombra es un alegato a favor de un arte y una sociedad -la japonesa- que pone en valor la penumbra, el matiz, lo sutil, esos aspectos que enriquecen y dan interés a las cosas, frente a la obviedad occidental provocada por el exceso de luz, la modernización imparable y la practicidad, que al hacer las cosas tan obvias las convierte en estridentes.
Junichirô Tanizaki (1886-1965), novelista, autor dramático y ensayista, nació en Tokio, Japón, el 24 de julio de 1886. Fue un muchacho brillante que, tanto en la escuela secundaria como en la preparatoria, se distinguió por sus altas calificaciones. Fue admitido en la Universidad Imperial de Tokio en 1908, donde combinó sus estudios con los inicios de su actividad literaria y con una vida desordenada y bohemia, en la que al refinamiento de la juventud dorada de la capital se sumaban los influjos de sus lecturas: Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire u Oscar Wilde. Abandonó sus estudios en 1909, pero pronto obtendría la fama con la obra Shisei (El tatuador), publicada en 1910. Insatisfecho con las tendencias literarias de su época, representadas por el naturalismo, buscó la belleza del arte auténtico. Retrató audaz y magníficamente el mundo de los sentidos al describir en una forma perfecta aunque metafórica el deseo carnal, naciendo así lo que se denominó la «aromática y fuertemente excitante literatura de Junichirô Tanizaki», a menudo criticada como anormal y próxima al sadismo y al masoquismo.