A corto plazo, los altos niveles de estrés provocan ansiedad, aumento de peso y disminución del rendimiento cognitivo. A la larga, el estrés puede provocar ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares, enfermedades autoinmunes e incluso se ha relacionado con la mortalidad prematura.
Sin embargo, pequeñas dosis de estrés también pueden jugar a nuestro favor. Las respuestas biológicas que tenemos ante los momentos estresantes, cuando nuestro corazón late con fuerza en el pecho y la adrenalina corre por nuestras venas, son las que nos mantienen alerta durante una entrevista de trabajo o las que nos ayudan a encontrar soluciones en circunstancias caóticas.
Entonces, en lugar de evitar por completo el estrés, que, afrontémoslo, es prácticamente imposible, debemos aprender a usarlo a nuestro favor.