Es de infinita importancia que vivamos para lo mejor. Muchos cristianos hacen poco de su vida, y eligen sólo cosas inferiores. Pero nada vale la pena que no sea eterno; que no enriquezca permanentemente nuestro carácter; que no haga el mundo mejor, más dulce, más feliz, más santo; y que no podamos llevar con nosotros al mundo eterno.
Es posible que estos sencillos capítulos aclaren un poco a algunos lectores sinceros el verdadero sentido de la vida, y que inicien en algunos corazones el deseo de vivir para las cosas que valen la pena