Cuando Cleo Churchill se cruzó en el camino de Khaled bin Aziz, sultán de Jhurat, se quedó al instante hipnotizada por su físico de guerrero, su imponente presencia y su intensa mirada. ¿Pero qué podía querer un sultán de una mujer corriente como ella?
Cleo era exactamente lo que Khaled necesitaba: una esposa conveniente y hermosa que le ayudara a sacar a su país de la miseria. Para lograrlo, le ofrecería diamantes y riquezas, pero nada más.