En 1969, en el Teatro Universitario, un grupo de amigos entre ellos el autor leyó públicamente una obra teatral de Carlos Fuentes titulada Todos los gatos son pardos, en la que se respondía apasionada y reflexivamente a los acontecimientos de Tlatelolco, un año antes. El marco de la conquista, de los conquistadores y de los conquistados, era el escenario simbólico. Al cabo de veinte años, Carlos Fuentes reestructuró su obra, introdujo nuevos personajes y situaciones y la tituló Ceremonias del alba, según el título de la traducción francesa.