Y estaba convencida de que aquella encantadora rubia era uno de esos ángeles. Pero no era así. Starla Richards no era ningún angelito, pero no podía decirle algo así a una niña de cinco años que necesitaba desesperadamente el amor de una madre y lo buscaba en Starla.
Claro que cuando se encontró atrapada con la adorable niña y su guapísimo padre, Starla tuvo que convencerse a sí misma de que no existían los milagros...