quechuas de los Andes de
Ollantaytambo (Cuzco-Perú) tienen de la tierra, esto es, de un elemento
integrante de su entorno
ambiental que sienten como vivo en cuanto productivo, y cuya
benevolencia (productiva)
consideran necesario propiciar mediante diversos rituales religiosos para
poder seguir subsistiendo en
la sierra altoandina. Concretamente, se averigua si el culto quechua a lo
telúrico puede incluirse en
una definición de la religión elaborada en referencia a lo ‘sobrenatural’ y a
lo ‘divino’ como categorías
paradigmáticas que trascienden no tanto el poder humano cuanto sobre
todo los procesos de la
Naturaleza física, y por tanto también aquéllos biológicos de la tierra. Bajo
estas perspectivas de
análisis se ponen en discusión las referidas categorías generales de la teoría
antropológica religiosa,
acudiendo por otro lado a una renovada interpretación del culto religioso
quechua de lo telúrico, por
la cual la de la tierra se presenta como una “religiosidad de la inmanencia”
en la que priman las
cualidades topográficas del entorno altoandino y los hechos ecológicos que
relacionan al hombre quechua con este último.