Cuando algún niño necesitaba un hogar, Ann Davies se lo ofrecía con los brazos abiertos. Nunca había dudado en entregarse a los demás. Hasta que Hank Riley, un famoso contratista, se lo pidió todo: su cuerpo, su corazón y su vida.
Y una parte de ella quería dárselo todo. Ansiaba que la desearan y que la cuidaran, que le dieran lo que nunca había tenido. Pero otra parte estaba muerta de miedo por lo que Hank implicaba: perder el control, despreciar la lógica, vivir el momento, rendirse. Porque, si daba ese paso, ¿qué le quedaría cuando él se fuera?