Luego de recorrer el país y recopilar información sobre rituales y mitos que eran conocidos por pocos, pues se transmitían de forma oral solo a iniciados en la religión, escribe El Monte, considerada por muchos una obra maestra, una especie de Biblia de las religiones afrocubanas, en la cual, según su propia autora, su mérito radica en que son los mismos negros de Cuba los que hacen el libro, sin mediar el filtro cientificista.
Con su lenguaje, la autora refleja las creencias de los negros y su misticismo, arraigado en el pueblo cubano desde los tiempos de la esclavitud colonial.
“Ha sido mi propósito ofrecer a los especialistas, con toda modestia y la mayor fidelidad, un material que no ha pasado por el filtro peligroso de la interpretación, y de enfrentarlos con los documentos vivos que he tenido la suerte de encontrar.
”He cuidado siempre de deslindar, en el mapa místico de las influencias continentales heredadas, las dos áreas más importantes y persistentes: la lucumí y la conga —yoruba y bantú—, confundidas largo tiempo por los profanos, y que se suelen catalogar bajo un título erróneo e impreciso: ñañiguismo.”