Entre el cielo y la tierra
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Paula nació en 1989 en Blanes, un pueblo marinero de la costa Brava. Está obsesionada con las plantas y le gustaría regentar una floristería. Pero la vida no ha sido fácil para ella. Cuida desde niña de su madre, traumatizada por los malos tratos de su padre. No tiene otra opción que trabajar de sol a sol en un restaurante para ganarse la vida.
Una noche Paula acepta un encargo de última hora: servir un catering en una de las grandes casas de indianos reconstruidas en la villa. Durante la fiesta conoce a dos hermanos de la misma familia de empresarios, dueños de la mansión. Ambos compiten por su atención, y ella cree que se ha enamorado. ¿A cuál de los dos elegirá?
Sin embargo, ese no es su mayor problema. Los astros se han alineado y Paula ha viajado al pasado. Exactamente a 1924, cuando la familia Soler Rovira decide fijar su residencia en Blanes para ayudar a su amigo Karl Faust a realizar su mayor deseo: crear el jardín botánico más grande de Europa en el pueblo.
Paula no tardará en descubrir un nuevo mundo donde el amor y su gran pasión, la botánica, son compatibles. Aunque la sombra de volver a viajar en el tiempo y ayudar a cambiar el destino de su madre, le rondará por la cabeza. Deberá volver a elegir. Esta vez entre el hombre de su vida y la familia.
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Ivette Chardis descubrió desde muy pequeña que, aparte de leer, lo que más le gustaba era escribir. La llenaba de paz y la envolvía de una esperanza alentadora. Enseguida advirtió que el pasado la intrigaba, era esa parte oscura que se escondía a los ojos de los demás lo que más le atraía, y por eso decidió estudiar historia. Nunca dejó de escribir, se presentó a algún concurso que otro de relatos y llegó a ser mención de honor. Escribió artículos para blogs y portales de Internet, colaboró en radio y en televisión, hasta dio clases de escritura creativa. Pero otra trama más importante la mantuvo ocupada, su propia vida. El amor la alcanzó muy joven, enseguida adivinó que estaba ante su príncipe y no dejó pasar su oportunidad. Las circunstancias, la familia, la alejaron cada vez más de su pasión: contar historias. Hasta que un día su hija le preguntó: «¿Mamá por qué no escribes una novela?». Y se dio cuenta de que había llegado el momento.
