La historia de la muerte del Che y su mitificación tiene todos los ingredientes de una saga moderna.
Giangiacomo Feltrinelli, el editor de su Diario y artífice de una campaña mediática para promover su imagen, estaba en Bolivia durante el periodo final de la guerrilla y poco antes de que el Che fuese ejecutado pasó por Cuba buscando imágenes suyas. Korda, el autor de la foto más difundida del siglo XX, tenía unas copias de dicha imagen hecha unos años antes y las cedió a Feltrinelli sin saber que su foto era una obra maestra que calaría muy hondo en el imaginario colectivo.
Tras la muerte del Che y la llegada a Cuba de una copia de su Diario, Fidel Castro y Feltrinelli publicaron el libro y llenaron el mundo de carteles con su imagen. Por su parte, el artista irlandés Jim Fitzpatrick diseñó una versión pop de la célebre imagen para la revista Scene que fue rechazada por esta tras considerarla demasiado radical. Entonces Fitzpatrick envió la imagen a la revista satírica Private Eye y esta la hizo llegar al crítico de arte Peter Meyer, quien invitó a Fitzpatrick a participar en una exposición titulada "Viva Che!", anunciada con bombo y platillo en OZ, la revista por excelencia de la psicodelia setentera.