o, en la tarde, el invierno te estremece.
Es conveniente que me pongas en tu almohada con los ojos abiertos y la sonrisa, como un oso protector de tus infancias.
Si de súbito requieres de un abrazo, un apretón cómplice, una mano amiga. Por si el miedo en la noche te desvela.
Te es muy útil tenerme en la nevera por si llega incontenible una alegría y precisas de una pinta de cerveza para brindarle jubiloso a la vida.
Yo, por si acaso, te he guardado en la alacena donde escondo mis tesoros más preciados. Te he metido en el cajón de los juguetes entre el fuerte, el balón y la alcancía. Justo el lado del pastel de chocolate.