ÂĄGORE, PORNO Y SNUFF!: ENSAYOS SOBRE DESVIACIONES DEL CINE

· Sultana del Lago, Editores
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 Ceci n’est pas une pipe. ÂŦEsto no es una pipaÂŧ. Adaptemos esta frase tantas veces manoseada (lengÞeteada al límite del clichÃĐ) con que RenÃĐ Magritte estableciÃģ la frontera entre objeto palpable y representaciÃģn artística. Esto no es un pene erecto; esto no es una vagina lubricada; esto no es una pipa: es un lienzo cubierto con Ãģleo. Esto no es un hombre desnudo taladrando a una mujer desnuda: es un papel cubierto con luz.Son nuestras percepciones quienes gobiernan y dirigen nuestros juicios y razonamientos. En cualquier caso la pornografía requiere de la animalidad para tener un significado. ÂŋPor quÃĐ dos de las principales características del ser humano son su insatisfacciÃģn dolorosa y su constante crítica de sí mismo? Porque sÃģlo así puede vencer a la animalidad.Dicen que cuando te orgasmas, brillas desde adentro de tu cuerpo y dura varios días el resplandor que te delata. Que incluso si vistiÃĐndote tratas de ocultar la intensa luz de tu sexo, el brillo es muy evidente en tus ojos. Sí, la pornografía tiene mil rostros diferentes, pero quien mejor lo porta es un orgasmo. El orgasmo no es sÃģlo el objeto de nuestro deseo sexual, sino tambiÃĐn la causa de nuestra animalidad.El alma se libera de manera definitiva con la muerte, algo parecido al coito; mÃĄs bien, a esa sensaciÃģn de irse a otro lado por un instante, luego de no expulsar, sino de compartir el semen. En los momentos orgÃĄsmicos uno puede ir al mundo de los espíritus, al mundo de los muertos, y regresar vivo. Por eso el orgasmo es la Única aventura ilÃģgica, la Única cosa que estamos tentados a considerar sobrenatural en nuestro vulgar y razonable mundo. En otras palabras, el orgasmo no es cotidiano, es un mar de placer que apenas cubre unos cuantos segundos en los que se vive la muerte. Pero aÚn ahí el coito muestra su carencia y su incapacidad de plenitud: la cima del placer sexual es tan intensa como defraudadora. ÂŦPost coitum omne animal tristeÂŧ, escribiÃģ Lucrecio. DespuÃĐs del orgasmo, el ser humano se ve devuelto a sí mismo, a su soledad, a su banalidad, al gran vacío del deseo desvanecido que al rehacerse volverÃĄ a buscar en un círculo vicioso. La pornografía es el acceso a un reino extasiado en la eternidad de un instante efímero. La censura se parece mucho a la contaminaciÃģn: toma cosas inofensivas y las transforma en algo perjudicial. Y ÂŦpornografíaÂŧ es una de esas palabras que sÃģlo la censura pudo inventar. Esto nos coloca ante una curiosa paradoja: la pornografía se alimenta, en diferentes grados, de subversiÃģn, de rechazo a una serie de reglas que coartan y condicionan el goce; no obstante, para existir, la pornografía necesita de esa misma regla. Ello en virtud de que sin una ley que quebrantar, no existiría lo prohibido, no habría subversiÃģn. Dicho en otras palabras, las desviaciones sÃģlo son tales en relaciÃģn con una línea recta. De cualquier manera, hoy resulta mÃĄs marginal y rebelde la pareja a la antigÞita, profunda y amorosa, que todas las desviaciones de la porno.

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 Francisco Enríquez MuÃąoz (Ciudad de MÃĐxico, 1975): Escritor, dibujante, fotÃģgrafo, pornÃģlogo, cinÃĐfago, pervertidor de mayores, ejemplo vivo del refrÃĄn ÂŦa la prima se le arrimaÂŧ, cazador del oso que se mata a puÃąaladas, lesbiano, trotatianguis, europeo nacido en MÃĐxico, arquitecto de teorías conspirativas, esquizoide, obsesivo-compulsivo, sadista de medio tiempo, coleccionista de ceniceros de hoteles de paso, enemigo del futbol soccer, experto en el fino arte del zapping, egocÃĐntrico desesperado por ser publicado, apocalíptico, malpensante, suciorealista, adicto a las pastillas de valemadrismo, defensor de los izquierdos, visitante frecuente de la utÃģpica chingada, mamÃģn al cuadrado, antireggaetonista, perro teibolero, marido de una belleza poblana.


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