Aunque Benito Pérez Galdós (Las Palmas, 1843- Madrid, 1920) comenzó y terminó su carrera literaria como polígrafo (periodismo relato breve al comienzo, ensayo y teatro al final, por ejemplo), es indudable que se le reconoce como el gran novelista español del último tercio del siglo XIX y comienzos del XX, con una capacidad inigualable para levantar lienzos imaginarios en los que vuelven a aparecer personas, escenas, lenguajes de la historia real; no en vano se suele hablar, en ese sentido, de "novela realista", es decir de un modo de inventar la realidad que, sin embargo, no la traicionara totalmente, como no supieron hacer, desde Cervantes y la novela picaresca, los sensatos escritores del XVIII o los románticos. En uno de esos esfuerzos por imaginar lo que de verdad estaba ocurriendo, Galdós trazó un soberbio lienzo novelesco, que llamó ""Episodios nacionales"", en los que recuperó por vía de casi medio centenar de novelas la historia de España, desde Trafalgar hasta la Restauración de los Borbones, al mismo tiempo que seguía escribiendo y publicando grandes novelas, que en estos momentos constituyen un verdadero tesoro de nuestro patrimonio cultural: "La Fontana de Oro, La de Bringas, Tormento, Doña Perfecta, Miau, La desheredada, Fortunata y Jacinta."... Galdós acertó en insertar todos sus relatos en circunstancias históricas reales y dispuso de un buril precioso: la extraordinaria riqueza de su lenguaje, capacitado para registros diversos y juegos hasta entonces impensables. No siempre se le ha reconocido a Galdós esa tarea -como la de sus contemporáneos con otras lenguas y en otros lugares: Dickens, Tolstoy, Balzac...-, como escritor en el que la materia novelesca se organiza en función de las ideas -progresistas, incluso a veces anarquistas-, Galdós ha sufrido el embate de los cambios ideológicos que acarrean los tiempos. Su obra, sin embargo, constituye un verdadero monumento cultural para nuestra historia, la literaria y la de España.