La diferencia de clases no era un problema Devlyn Wolff creía haber dejado atrás su costumbre de rescatar a damiselas en apuros. Después de todo, el millonario ya había tenido bastantes problemas por jugar a ser héroe. Aun así, cuando Gillian Carlyle tuvo un accidente de coche delante de sus narices, no pudo abandonarla… ni siquiera cuando supo de qué la conocía. Ofrecerle un trabajo no era su manera de librarse de la sensación de culpa por lo que había ocurrido en el pasado. Tampoco era una artimaña para tenerla cerca. Al menos, eso quería creer él, a pesar de que seducir a la hija de la criada iba a transformar su vida por completo.