Escritas con pocos meses de diferencia, en 1919 y 1920, después de una prolongada crisis creativa, las dos piezas reunidas en este volumen son unánimemente consideradas la cima del teatro de Valle-Inclán, lo que vale por decir que se cuentan entre las cumbres indiscutibles del teatro español (y europeo) del siglo XX, sobre el que han ejercido una persistente influencia.
Por vías distintas -pues sus escenarios respectivos son la Galicia rural y el Madrid de la bohemia modernista-, las dos marcan un punto de inflexión en la trayectoria de su autor, que funda a partir de ellas una estética propia, el esperpento, con la que aspira a captar «el espíritu trágico de la vida española».
Reseñas:
«Valle-Inclán parece que escribió para nosotros y para quienes vengan después que nosotros, y es al mismo tiempo nuestro predecesor y nuestro contemporáneo.»
Antonio Muñoz Molina
«Una poderosa inyección vigorizante para la literatura en idioma castellano.»
Juan Carlos Onetti
«Valle-Inclán, el gran renovador del teatro español del siglo XX.»
Ramón Irigoyen, El País
Ramón Valle y Peña, más conocido como Ramón del Valle-Inclán (1866-1936), novelista, dramaturgo y poeta, fue uno de los autores clave para la literatura en lengua castellana del siglo XX. Abanderado del modernismo en España, se le suele contar entre los intelectuales pertenecientes a la llamada generación del 98. Nacido en Villanueva de Arosa y fallecido en Santiago de Compostela meses antes de estallar la Guerra Civil española, los detalles sobre su vida son a menudo inciertos.Y es que el genial escritor, con un extraordinario sentido del humor e ingenio, entretejió a sus circunstancias vitales un sinfín de hechos cuya autenticidad no se niega, pero de la que se duda. Bien se conoce, sin embargo, que Valle-Inclán viajó al otro lado del Atlántico, que empezó a despuntar en las tertulias literarias de la noche madrileña y que, como todos los miembros de su grupo literario, sentía una gran necesidad de reforma y cambio en el país y la cultura españolas; renovación en la cual, qué duda cabe, jugó un papel fundamental.