Concebidos inicialmente como una serie de relatos para aliviar la enfermedad de su amiga Teresa de la Parra, el libro atrajo inmediatamente la atención de la crítica. De regreso a Cuba en 1939, Lydia Cabrera continuaría, con rigor de etnógrafa, el estudio y recopilación de las leyendas y mitos afrocubanos.
Para María Zambrano, la obra de Lydia Cabrera “es el mundo de la raza esclava hasta el dintel de nuestros días el que ella libera. Pues, ¿cómo el esclavo alcanzará su libertad, sino siendo escuchado y más aún recibiendo la palabra que a veces no tiene la forma que aún la falta o se le fue quedando en el camino de la servidumbre?”