Cada uno de estos relatos nos pasea por escenarios que no existen sino en la desmesurada imaginación de su autor: Rivas es un escritor exquisito y la suya es una sofisticación que apela a lo popular y a lo culto, al melodrama y al cine, a la vida del barrio y a la de los salones en donde entran pocos. Si usted quiere un libro para reír y llorar al mismo tiempo, no dude, lea de inmediato Malabarista nervioso.
"Puedo hacer fácilmente una lista de las cualidades de la prosa de Rivas: la austeridad y limpieza, la profundidad que no necesita ponerse un disfraz solemne, el humor, la ternura, la hijueputez en su justa medida... Pero, más allá de todo, achaco la solidez universal de sus escritos a un fenómeno concreto. Eso no tiene nacionalidad. Estamos ante un método de extracción
minera que solamente se consigue con mucha sensibilidad y un talento fuera de lo común".
Andrés Burgos
"Dije que Rivas es antioqueño pero no estoy seguro: lo deduzco del idioma que usa, enriquecido con localismos muy expresivos; lo deduzco por la forma como habla de Medellín y de Envigado. Se trata de una escritura que proviene de la oralidad pero que es consciente del ritmo narrativo de lo escrito; una escritura que puede hacer arte mientras deshace las frases hechas y emite juicios y cuenta en primera persona historias, escenas cotidianas de cosas que le han sucedido. Esto último lleva al lector desprevenido –y divertido– a una identificación con el yo del narrador, lo que abre las vías de un humor desopilante, crítico y, a veces, propenso a la carcajada.
Darío Jaramillo Agudelo