Seguimos el sendero sinuoso a través de los médanos.
Queríamos ver el mar, el cielo estrellado, la inmensa luna.
Mientras avanzábamos, oímos el pulso oceánico que marcaba nuestros pasos sobre la arena.
En el horizonte, varios barcos iluminados pescaban.
Iban en busca del calamar.
Los moluscos, sensibles a la luz, eran atraídos hacia la superficie.
Las redes completaban la trampa.
Ante tal capacidad de destrucción nos pareció frágil la vida,
irrelevante el amor.
Sin embargo, buscamos nuestra roca, la que se ubicaba debajo del acantilado.
Nos salpicó la llovizna fría de los géiseres de espuma que surgían surgen entre las grietas.
La realidad no eran no son solo los grandes barcos.
Junto a nosotros también estaban las variaciones de las olas, el zumbido del viento.
Sin quererlo, se habían convertido en nuestro refugio nocturno.
Aplacaban nuestras dudas.
Calmaban nuestros miedos.
Nos protegía la belleza.
Entonces pudimos decirnos aquellas palabras que en otros
momentos nos hirieron.
Pudimos contarnos los nuevos secretos.
Y nos besamos, nos acariciamos.
Abrazados miramos el mar, las estrellas del cielo, los siniestros
pesqueros iluminados, la inmensa luna.
Fuimos felices.
Mario Sampaolesi nació el 16 de junio de 1955 en Buenos Aires. Entre los años 1989 y 1991 residió en París. Dirigió la revista de poesía Barataria (1992-2008). En poesía publicó: Cielo primitivo (1981, SADE); La belleza de lo lejano (1986, Amaru); La lluvia sin sombra (1992, La guillotina); El honor es mío (1992, Vinciguerra); Puntos de colapso (1999, Ediciones del Dock); Miniaturas eróticas (2003, Alción); A la hora del té (2007, Barataria); y Malvinas, poema (2010, Ediciones del Dock), libro que apareció el mismo año en edición bilingüe a través de la editorial Aius (Craiova, Rumania). También publicó la novela La vida es perfecta (2005, Alción). Tradujo del francés el poema “El cementerio marino”, de Paul Valery. Desde el año 2003 dirige el Taller de Poesía de la Biblioteca Nacional.