Unos se niegan a asumir su derrota, otros han decidido saltar al vacío. Todos confluyen en un mosaico de vidas que pelean por una verdad o por una venganza. Sobre ellos se ciernen las sombras de una ciudad, Santiago de Compostela, que aquí no es ninguna postal turística. Es miedo cotidiano, rabia y desesperanza. En Matarte lentamente, efectivamente, hay gente que mata o que desearía matar. Quizá porque sus vidas ya han saltado antes por los aires. Una pregunta: ¿Qué tienen en común una detective harta de su pareja, un alcohólico cuyo hijo sufre una grave enfermedad, una adolescente desorientada o una mujer que llega a la ciudad con el estómago lleno de cocaína? Una respuesta: su intemperie.