Bartolo, un osito muy regalón, no lograba sentirse feliz. Ni siquiera cuando todos los demás animales del bosque lo estaban. La solución a todos sus problemas vino del lado menos pensado: su mamá lo llevó a consultar al doctor Búho, que era muy sabio. Con la ayuda amistosa de la tortuga, el osito enojoso siguió al pie de la letra sus indicaciones: tres cucharadas de optimismo en jarabe; dos gotitas de gratitud por la mañana; dos paseos a la semana con la doctora Tortuga a primera hora, cuando sale el sol y el oso que era enojoso pasó a ser un osito feliz.