Los protagonistas de Postales de Transilvania entran a la existencia y parecen salir de ella al término de la peripecia narrativa de lo que constituye cada relato o postal. En algunas de estas secciones, una relación incestuosa entre madre e hijo lleva a la muerte, con una maniobra planificada, a un activista contra la dictadura de Gómez Saldías. Un censor de correos falsifica la correspondencia entre una joven y su amante exiliado en Londres. Una compañía de ferrocarril transporta a un grupo de pasajeros en un viaje de pesadilla, plagado de accidentes y, finalmente, inútil. Los verdaderos protagonistas de cada uno de estos segmentos son sus atmósferas, grotescas en su opresión, en su acechanza, en esa red de temor en que los personajes sufren de parte de sus semejantes, o ejercen contra ellos, una especie de vampirismo que no se limita necesariamente a la sangre. Postales de Transilvania cuestiona nuestro sentido general de la realidad, un presunto orden que queda subvertido por una cotidianidad presa del terror de la vida en dictadura, o en sus secuelas, donde la angustia individual no se distingue de la colectiva.