Robin tiene un origen noble, aunque no lo sabe. De pequeño fue entregado a un par de guardabosques para que lo cuidaran y con ellos creció, en total libertad, corriendo por los bosques de Sherwood. Ahora, joven y fuerte, salva a una importante pareja de morir en una emboscada y eso cambiará su vida. A partir de entonces será perseguido y estará rodeado de peligro. Poco a poco se convertirá en el gran defensor de los pobres y los oprimidos. Por suerte le acompañan sus fieles amigos fray Tuck y Little John, además de la bella Marian. Todo es poco para hacer frente al pérfido barón Fitz Alwine y al espeluznante sheriff de Nottingham.
«Me llaman Robin Hood. No conocí a mis padres ni sé cuál es mi nombre real. Pero sí sé quién quiero ser: el mejor arquero del bosque de Sherwood.»
De la pluma de Alexandre Dumas (1802-1870) surgieron personajes que muy pronto dieron la vuelta al mundo, como Athos, Porthos, Aramis y el valeroso D’Artagnan, protagonistas de Los tres mosqueteros (1844-1850), o el implacable Edmond Dantès de El conde de Montecristo (1845-1846). El legendario Robin Hood, el joven de gran corazón que vive escondido en los bosques cercanos a Nottingham, sin embargo, nació en la cultura popular de la Inglaterra medieval, en donde también es conocido como Robin Longstride, de Locksley o de Loxley. En el siglo XIX su figura aparece con fuerza en diversas recreaciones y novelas, como la incluida en el Ivanhoe de Walter Scott (1820) o el Robin Hood and Little John de Pierce Egan, publicado por entregas en los periódicos (a. 1840). A estas siguió la aparición de nuestra obra, Le prince des voleurs, así como Robin Hood le proscrit, dos volúmenes publicados entre 1872 y 1873 atribuidos, de forma póstuma, a Alexandre Dumas.