El libro se articula sobre la Ruda, esa planta esotérica y mistraliana, de raíz leñosa, hierba castrense e iniciática, la kriptonita de los vampiros, el talismán contra hechiceros y nigromantes capaces de machitunearnos solo con la foto del Facebook. Carrasco ya nos había convencido del carácter vegetal de su poesía (uno de sus anteriores libros se tituló Calas) y en este caso, el bosque de rudas que protege al poeta es la emulsión, el vértigo de una escritura latente, donde los ninjas saltan a la página en blanco y un hombre piensa que el rock es luz y que todo poema es un regalo hecho con devoción.