SalvaciÃŗn en Sand Mountain

¡ Dirty Works
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ÂĢY estas seÃąales acompaÃąarÃĄn a los que crean: en mi nombre expulsarÃĄn demonios, hablarÃĄn en nuevas lenguas, tomarÃĄn serpientes en sus manos, y si beben algo mortífero, no les harÃĄ ningÃēn daÃąo; impondrÃĄn las manos sobre los enfermos, ÂĄy sanarÃĄn!Âģ
Marcos 16:17-18

Para Dennis Covington, lo que comenzÃŗ como un simple encargo periodístico –cubrir el juicio de un predicador de Alabama condenado por tratar de matar a su mujer con serpientes venenosas– se acabaría convirtiendo en un viaje a un mundo extraÃąo, misterioso e irresistible: el mundo de los manipuladores de serpientes, donde la gente bebe estricnina, habla en lenguas desconocidas, impone las manos a los enfermos y, segÃēn afirman algunos, resucitan a los muertos.

Con el corazÃŗn de los Apalaches como escenario de fondo, entre predicadores alcohÃŗlicos y exconvictos, misas oficiadas en sÃŗtanos de moteles abandonados y viejas gasolineras reconvertidas, punteos de guitarra elÊctrica, panderetas, carreteras secundarias y espíritus atrapados en botellas de colores, SalvaciÃŗn en Sand Mountain es la cautivadora y escalofriante investigaciÃŗn que llevÃŗ a cabo Covington sobre la naturaleza, el poder y los extremos de la fe. Un regreso a casa en el que estuvo casi a punto de perder la cordura.

La obra fue finalista del National Book Award en 1995.

ÂĢUno de los mejores libros sobre el sur -y sobre la naturaleza de la fe- que se van a publicar en dÊcadas.Âģ
Boston Sunday Globe

ÂĢSalvaciÃŗn en Sand Mountain te removerÃĄ hasta la mÊdula. HarÃĄ que te hagas preguntas que nunca se te habían ocurrido y que conozcas gente que ni siquiera imaginabas que existía. Dennis Covington es el periodista mÃĄs valiente que conozco. O quizÃĄ el mÃĄs loco.Âģ
Fannie Flagg, autora de Tomates verdes fritos

ÂĢHipnÃŗtico... Con un esmero que raya en lo reverencial, Covington logra que la historia de los manipuladores de serpientes parezca un recorrido no solo fascinante sino, ademÃĄs, casi comprensible. Y si eso no es un milagro, nada lo es.Âģ
Newsweek

ÂĢCovington se adentrÃŗ en un lugar que a la mayoría nos aterrorizaría y, guiado por su instinto, su fe y su corazÃŗn, escribiÃŗ un libro sin igual sobre el intento de un ser humano de entender quiÊn es.Âģ
Washington Post

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Dennis Covington (1948) naciÃŗ en Birmingham, Alabama, una ciudad industrial fundada tras la Guerra de SecesiÃŗn. Ni tuvo que arar detrÃĄs de una mula, ni recoger algodÃŗn, ni sacrificar cerdos, pero leyÃŗ con fruiciÃŗn a Faulkner, a O'Connor y a Welty, y cazÃŗ muchas serpientes con su amigo Beaver en Village Creek, debajo del puente de la calle 80. Se graduÃŗ en Virginia y asistiÃŗ al Taller de Escritura de la Universidad de Iowa bajo la tutela de Raymond Carver y John Cheever. Lo Ãēnico que sabía decir en espaÃąol era ÂĢSoy periodista. Por favor, no dispareÂģ cuando, desesperado por los sucesivos rechazos de la editoriales y con intenciÃŗn de alejarse por un tiempo de un matrimonio cada vez mÃĄs asediado por las drogas, el alcohol y las infidelidades (tal y como relataría en su devastador libro de memorias Cleaving: The Story of a Marriage), iniciÃŗ el primero de sus doce viajes a El Salvador como corresponsal de un pequeÃąo periÃŗdico de Birmingham durante los convulsos aÃąos de la Guerra Civil.
Allí, en primera línea de fuego, bajo el tableteo de las metralletas, conociÃŗ el miedo y dejÃŗ de beber. Pero se hizo adicto al peligro. Esa misma adicciÃŗn, junto a una sed insaciable de Êxtasis en experiencias religiosas, le hizo entrar en contacto, esta vez como corresponsal del New York Times, con los manipuladores de serpientes del reverendo Summerford, experiencia que originaría la personalísima travesía espiritual que le llevaría a indagar en sus orígenes y quedar finalista del prestigioso National Book Award en 1995. Actualmente reside en las altas llanuras del oeste de Texas, entre campos de algodÃŗn, armadillos y matojos rodantes. ContinÃēa impartiendo clases de escritura creativa en la High Tech de Lubbock, pero sabe muy bien que la bÃēsqueda aÃēn no ha terminado. Es molecularmente incapaz de mantenerse alejado del epicentro de las tormentas.

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