Don Salvador Camacho Roldán, decía Samper, es un economista insigne. Su inmensa ilustración en esta materia, ayudada por una memoria muy feliz de números, nombres, fechas y sucesos, no tiene igual entre nosotros. Conoce a fondo la estadística industrial, agrícola, comercial y política del mundo entero. Camacho Roldán ha patentizado que tiene muy variadas aptitudes.
Como jurisconsulto, añade a su saber muy notable la aplicación al estudio y la perspicacia; como magistrado, nadie le supera en integridad y firmeza, y en todos los asuntos de gobierno manifiesta una moderación en los medios y un espíritu de conciliación, que siempre armoniza con lo riguroso de las convicciones. Es un orador parlamentario lleno de mesura en su lenguaje, oportuno en sus alusiones, incisivo y nervioso, y elocuente cuando el asunto que se discute agita las fibras de su corazón.
Su temperamento, dice Chaux, un tanto sanguíneo, era ardiente y nervioso, pero lo reflexivo de su mente equilibraba su acción, y ahondaba lo penetrante de su poderosa inteligencia. En 1874 encabezó y dirigió una compañía en la que suscribieron acciones los más respetables representantes del comercio de Bogotá y el Gobierno de Cundinamarca que hizo un contrato aprobado por la Ley 40 de 1874.
La compañía tenía por objeto construir un camino de rieles entre Bogotá y el río Magdalena; esa vía que constituye hoy la de Girardot se habría abierto desde entonces con grandes ventajas y economías, sin la funesta guerra de 1876. Sus exposiciones políticas y económicas son estudios acabados: dígalo la magistral Memoria que presentó al Congreso como Secretario de Hacienda en 1870 y 71; las que se hallan entre los tres tomos de Escritos varios, sobre algunos puntos constitucionales, otras de Derecho Público, Derecho Civil y Derecho Penal, y la contenida en el discurso que pronunció el 10 de diciembre de 1882, en la sesión solemne de la Universidad Nacional para la distribución de premios.
Hombre de escuela, sirvió con celo y decisión los intereses de su causa. Tuvo también esta condición de hombre de Estado: la facultad de descubrir las necesidades de su época y el arte de satisfacerlas. Por eso puso sus aptitudes al servicio del progreso patrio y trató de vigorizar las tendencias de justicia, de paz y de tolerancia que engrandecen el orden sociológico y recalcó sobre la imperiosa necesidad de dilatar el trabajo agrícola, abrir vías de comunicación y difundir la enseñanza primaria, la secundaria y la superior.
En concordancia con estas convicciones, cuando ejerció el poder ejecutivo nacional y otros cargos superiores, en nada difirió de la serenidad y amplitud de criterio de Manuel Murillo Toro, de la tolerancia y grandeza de sindéresis de Mallarino, de la sobriedad de Salgar, de la firmeza y lealtad de José Hilario López y Camilo Torres. Fue enemigo de los medios violentos para ver de remediar los errores en la administración pública. El fallecimiento del doctor Camacho Roldán, acaecido el 19 de julio de 1900, fue una gran pérdida para Colombia.
Hay entre sus escritos uno que lo da a conocer por una de las faces más bellas de la vida: la del arte. Tal escrito es el prólogo de la cuarta edición de las poesías de Gregorio Gutiérrez González. El doctor Camacho Roldan es también autor de la obra titulada Notas de Viaje. (D. B. por J. O,).
Salvador Camacho Roldán: Graduado como abogado de la Universidad del Rosario, su primer trabajo fue al frente del periódico político El Siglo, en 1849. Allí trabajaban con él sus amigos Antonio María Pradilla y Medardo Rivas
En 1850 fue Director de rentas y contribuciones en el ramo de la hacienda nacional. Partidario fervoroso de la reforma constitucional de 1853, la defendió como soldado en la campaña contra la dictadura militar que pretendió anularla. Ejerció la gobernación de la provincia de Panamá (1853-1854), donde "entre nacionales y extranjeros dejó los más gratos recuerdos como caballero y magistrado". En 1855, se puso al frente de la agencia general de negocios que había fundado en unión de sus hermanos. En 1861 fue secretario del gobierno de Cundinamarca, en la convención nacional de Rionegro, en representación de aquel Estado.
Ejerció la Presidencia de la Federación como Designado -reemplazando al general Santos Gutiérrez- entre el 20 de diciembre de 1868 y el 2 de enero de 1869; fue Secretario de Hacienda y Fomento en 1870 y 1871, y Secretario del Tesoro en 1878. Miembro de una familia de exportadores e importadores, sobresalió también como viajero, como abogado, como profesor y como publicista de cuestiones económicas, políticas y literarias. Fundó varios periódicos que ejercieron considerable influencia en la opinión pública.
Fue cofundador de la reputada Librería Colombiana, que importó lo más granado del pensamiento liberal, tecnológico y social de la segunda mitad del siglo XIX. Es famoso su “Discurso de clausura de estudios” en la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia en 1882, fundando la cátedra de Sociología, de inspiración positivista comtiana.