La pedagogía transformadora

· EDITORIAL SANZ Y TORRES S.L.
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Aunque el concepto actual del término pedagogía según la definición de la Real Academia de la Lengua es: «La ciencia aplicada con características psicosociales que tiene la educación como principal interés de estudio», yo he querido recoger el sentido y la esencia de la palabra original en griego: PAIDAGOGOS. Compuesto por PAIDOS (niño) y GOGIA (conducir o llevar). Tomando el concepto de pedagogía, no tanto como una ciencia que estudia la educación, sino como el arte de educar. Reproduciendo la idea original de conducir al niño para que transforme positivamente todos los aspectos que componen su vida. Sometiéndole a experiencias educativas que le ayuden a encontrar armonía, felicidad y su propósito en la tierra.

A efectos prácticos, los principios de esta Pedagogía Transformadora tienen su inicio en el año 1988 cuando viajé por primera vez a Nepal y me di cuenta de las condiciones miserables en las que viven los niños marginados de Katmandú: los parias, los intocables, los sin techo. El impacto que recibí me motivó para establecer un sistema educativo que utiliza la escuela como medio para promover cambios positivos en el individuo y en la sociedad. Por tratarse de niños con una autoestima muy deteriorada, debido a los muchos abusos que reciben de una sociedad que a menudo no los acepta y les margina, me interesé especialmente en estudiar el origen de sus problemas, y esos estudios me llevaron a entender que la mayoría de ellos tenían dañado el sistema emocional, la capacidad de relacionarse correctamente, la seguridad en sí mismos, los medios de expresión y, sobre todo, les faltaba lo más importante para que pudieran responder a unos estímulos educativos adecuadamente: el amor. Eran niños incapaces de recibir ni de dar amor, y como consecuencia desarrollaban toda clase de conductas agresivas y de hábitos insanos.

Luego supe que este tipo de actuaciones no correspondían a la voluntad intrínseca del niño para hacer daño, o para crear problemas, sino que eran debidas a su «inmadurez mental». Fue entonces cuando me di cuenta de que esta asignatura, «Maduración mental», tenía que ser integrada dentro del currículo educativo de la escuela. Me di cuenta de que la adquisición de un hábito, o una conducta, por ejemplo, el hábito de no decir mentiras, si la persona no se ejercita y emplea el tiempo necesario en ello todos los días, con un maestro adecuado, si las actividades para que el niño aprenda alternativas a no decir mentiras, no forman parte del currículo educativo, el niño, en primer lugar, no será capaz de diseñar su mente para identificar las consecuencias negativas que una mentira puede llegar a producir en su vida, y los sentimientos que experimentan las demás personas cuando saben que se les ha mentido, que pueden ser los siguientes: rabia, dolor, desconfianza, rechazo, inseguridad, decepción, irritabilidad, etc. En segundo lugar, si al hecho de «no decir mentiras» no se le da la misma importancia en la escala de valores de la escuela que al hecho de aprender matemáticas, si no disponemos de unos contenidos, de un método, un aula, unos materiales y unas pautas sistematizadas para que el alumno pueda interiorizar el aprendizaje, tal y como se ejercita a los niños desde parvulario en aprender los números, o más adelante las tablas de multiplicar, el alumno (niño o adulto) con inmadurez mental usa el primer modelo que le viene a la cabeza y dice una mentira. Si nadie le ha enseñado a descubrir la causa y el efecto del engaño, y a interiorizar alternativas al hecho de mentir, la mente por sí misma actúa de manera indisciplinada, casi siempre reproduciendo patrones de otras personas: los padres, un amigo, el líder político, etc., y a lo largo de los años ese hábito negativo, que no ha sido aprendido de forma consciente y voluntariamente, es lo que perdura, y la persona no será capaz de utilizar alternativas para que se produzca una transformación de su conducta cuando tiene que hablar de algo que no le gusta admitir, algo que le incordia contar, o que le molesta tener que confesar. En realidad, si analizamos el origen de la mentira, nos daremos cuenta de que detrás de la mentira siempre se esconde una emoción de carácter negativo: culpabilidad, frustración, miedo, inferioridad, celos, encubrimiento, etc. La mentira no es más que la manifestación o la consecuencia de un mal mayor que tiene que ser superado y transformado.

Cuesta mucho cambiar un hábito, ya sea adquirido de forma consciente, o inconsciente. ¿A que ninguno de nosotros conseguiría ponerse a escribir de repente siguiendo el patrón derecha-izquierda?, ¿por qué no? Porque se trata de un hábito, de una destreza, de un aprendizaje sistematizado, que no se ha adquirido un día por casualidad. Es el fruto de muchísimas horas de práctica, en la que han intervenido no solo el factor motriz sino una serie de destrezas interrelacionadas, que nuestro cerebro ha esquematizado de una forma inconsciente, como si se tratara de un acto reflejo. Para cambiar esa información tendríamos que hacer el proceso inverso que hicimos al aprenderla, y emplearíamos el mismo tiempo en deshacerla.

Tan difícil es para una persona que escribe de izquierda-derecha comenzar a escribir de derecha-izquierda, como para una mente que está acostumbrada a mentir dejar de hacerlo.

Para llegar a erradicar estos errores de la mente, hay que hacer un listado de cuáles son los aprendizajes y objetivos que han de tenerse en cuenta dentro de esa asignatura llamada madurez mental, hacer un diseño de cómo se quiere y se debe actuar, de forma consciente y voluntaria, antes de que el patrón erróneo se haya enquistado y sea más difícil de erradicar.

Esta teoría me llevó a percatarme de que la mente por sí misma se tiene que concebir como un órgano muy importante porque de ella dependen muchas de las destrezas básicas para desarrollar nuestras actividades vitales, tales como la memoria, la percepción de los sentidos, la concentración, el equilibrio, el razonamiento, la capacidad de relacionarse, la comprensión, el raciocinio, etc.

A modo comparativo, la mente humana sería equivalente al motor de un coche. Si cuando tenemos un coche no engrasamos nunca el motor, porque al encontrarse encerrado no lo vemos y creemos erróneamente que la energía está en las ruedas, porque es la parte del coche que vemos correr, tendremos una información equivocada, al no preocuparnos del motor en sí mismo, al no engrasarlo, ni dispensarle los cuidados necesarios, dejaremos que el motor se pudra y se oxide. Si el motor no funciona, las ruedas no nos servirán de nada.

Este ejemplo es muy ilustrativo: nos pasamos horas engrasando la carrocería exterior de nuestro cuerpo: hacemos deporte, nos cortamos el pelo, nos bañamos, leemos libros, vemos películas, hablamos, nos reímos, comemos productos bajos en colesterol, nos vestimos ropas limpias, etc. Sin embargo no nos preocupamos de dedicar el tiempo diario para ejercitarnos en las destrezas propias para que nuestra capacidad mental se desarrolle adecuadamente, se mantenga, y vaya en aumento.

Como se trata de un motor que es invisible a los ojos, nos olvidamos de que existe. Como no podemos levantar la carrocería, no podemos palpar la mente, de forma tan evidente, como podemos tocarnos una pierna y ver si el músculo está fuerte, o si por el contrario se nos ha vuelto flácido y necesitamos ejercitarlo. Quizás sería importante recordarnos a diario que si nuestra pierna anda, no es una consecuencia directa de la pierna en sí misma, sino porque la mente pasa órdenes a la pierna para que esta se ponga en movimiento. Si no cuidamos de nuestra mente de forma continuada, la mente no va a evolucionar por sí misma, contrariamente, va a involucionar y a deteriorarse, y un día será incapaz de continuar dando órdenes a la pierna para que ande.

Fue de este modo cuando descubrí que había diseñado una teoría y una práctica completamente nueva en el mundo de la pedagogía aplicada. Comencé dando prioridad a trabajar el tema de las virtudes, los valores, la ética y las disciplinas, basándome en todas aquellas técnicas que priorizaban el respeto al individuo de manera notoria, y lo trabajé con el mismo rigor y la misma seriedad que se les da a otras asignaturas. Poco a poco conseguí enlazar unas prácticas con otras, hasta darle forma a una nueva manera de enseñar.

Al cabo de los años, cuando obtuve la financiación para materializar la totalidad de mis ideas y pude integrarlas en el currículo de nuestras escuelas en forma de espacios específicos, equipamientos, actividades y materiales, me di cuenta de que lo que se practicaba en nuestras escuelas fascinaba a cuantos extranjeros visitaban los proyectos: españoles, ingleses, franceses, japoneses, alemanes, etc.

Tomando como ejemplos algunos de los principios que se establecen en los párrafos anteriores, pude constatar que:

1) Aunque «la Pedagogía Transformadora» que yo había creado se originó y se desarrolló en Nepal, con el objetivo de mejorar las vidas de niños desfavorecidos, está basada y documentada sobre la teoría de ilustres eruditos que han estudiado el funcionamiento de la mente humana desde diferentes ángulos, pertenecientes a diferentes países, religiones, filosofías, teorías científicas, pedagogías, etc.

     2) Teniendo en cuenta que la maduración mental es un aprendizaje que deberían adquirir todos los seres humanos, sin exclusión de ningún tipo, este método de aprendizaje es una herramienta aplicable a cualquier individuo, de cualquier edad, en cualquier país del mundo, sin ningún tipo de discriminación.

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About the author

Ripoll (Gerona, 1959). Estudia en la Universidad de Vic donde realiza su formación de Magisterio y empieza a trabajar como maestra en la escuela Daina de Ripoll donde permanecerá durante 10 años. En 1979 comienza un intenso proceso de formación para ampliar al máximo su formación en el ámbito educativo. Realiza diferentes estudios sobre el sistema pedagógico Decroly, en la Decrolynian School de Bruselas y trabaja con el método Regio Emilia en varios centros educativos en Italia. Su formación continúa con la realización de cursos de expresión corporal, música y educación especial en diferentes centros europeos. Realiza y obtiene un Máster especializado en "Curriculum and Teaching" en la Michigan State University (EEUU). En el año 1988 viaja por primera vez a Nepal y desde entonces ha dedicado su carrera profesional de más de 20 años a desarrollar un proyecto educativo de calidad para los mas desfavorecidos del país. Creadora de la Pedagogía Transformadora, esta metodología considera a la mente como un elemento esencial del aprendizaje, porque de ella dependen muchas de las destrezas básicas para desarrollar nuestras actividades vitales, tales como la memoria, la percepción de los sentidos, la concentración, el equilibrio, el razonamiento, la capacidad de relacionarse, la comprensión, el raciocinio... etc. En el área de la pedagogía aplicada a esta filosofía considera a la mente en sí misma como una asignatura, y la adquisición de la madurez mental como un proceso. Para ello trabaja de forma prioritaria las virtudes, los valores, las disciplinas y el respeto al individuo, a los que se dedica el mismo tiempo que a otras asignaturas importantes del currículo. En la actualidad es la Directora Pedagógica e impulsora del proyecto "Eduqual All Nepal", impulsando la implementación de "La Pedagogía Transformadora" en 30 escuelas públicas de Nepal. Es fundadora y Presidenta de la Fundación EduQual (Educación de Calidad para Todos) desde 1998 hasta la actualidad.

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