Estas fortificaciones le permitieron a España disponer de su poder naval para inhibir otras presencias en América. Descontando la guerrilla marítima y uno que otro golpe de mano, hasta la derrota de la Armada Invencible en 1588 nadie se arriesgó a retarla frontalmente en aguas del Nuevo Mundo.
El siglo XVI es suficiente para que España establezca puertos, conquiste el interior del continente y afiance su dominio sobre minas de plata y mano de obra indígena. Su administración, su gente y su cultura echan raíces. Y en el Caribe, su mar interior, da comienzo a un eficaz cerrojo de piedra para salvaguardar un imperio. A pesar de su debilidad al final del siglo XVII y a principios del XVIII, los enemigos llegados tardíamente deben contentarse con la periferia.