Los tres niveles de tortura que autoriza el ejército estadounidense le son bien conocidos al autor, desde el simple amedrentamiento hasta la inminencia de muerte o de asesinato de miembros de su familia, pasando por interrupciones continuas del sueño, temperaturas extremadamente bajas, posiciones corporales insoportables y agresión sexual. En un frenesí de escritura que no daba tiempo a sus abogadas ni a los interrogadores para leer lo que producía, Mohamedou Ould Slahi relató los interrogatorios a los que fue sometido y las condiciones en que vivió desde que fue privado de la libertad por su presunta participación en la Conjura del Milenio, así como una serie de acusaciones que lo vinculaban a los perpetradores de los ataques del 11-S.