Han pasado 28 años desde entonces y aquel idealista italiano continúa al frente de la misión de la Cruz Roja en Afganistán. Muyahidines, talibanes, la invasión norteamericana de 2001, la llegada de la democracia, el desembarco de Estado Islámico... Casi tres décadas lleva abierto el centro de rehabilitación dirigido por Cairo. En él, casi un 90% de los trabajadores fueron antes pacientes. Víctimas, en su mayoría, de las minas antipersonas. Seres humanos convertidos en pedazos de sí mismos, sin futuro y sin ilusión. Pero Cairo ha conseguido cambiar todo eso. «No hay trozos de hombre» es uno de sus lemas. Y lo demuestra cada día dando trabajo y dignidad a un ejército de víctimas que hoy enarbola sin dudarlo la bandera de la esperanza.