Dividido en tres partes, este libro es una suerte de revés de la trama: las ideas, la vida y las reflexiones sobre la propia obra resultan de una luminosidad y belleza sin igual. Cada parte conforma el todo de un escritor admirado que ha dejado la piel y el todo en cada uno de sus libros. Leerlo es entrar en un territorio al que el autor de Primero estaba el mar, no está acostumbrado.
Memorioso, a veces juguetón, en otras malgeniado, siempre lúcido, estas páginas nos muestran a un escritor que ha vivido desde la infancia una relación de extrañeza y gran profundidad con el mundo y con la literatura.