Con este actuar, las víctimas que van quedando en el camino no son pocas. De ahí que cuando la Nona es encontrada muerta en su departamento, tal vez por envenenamiento, se plantee un posible asesinato y muchos candidatos aparezcan como posibles criminales: Tal vez fue la vecina, presidenta del edificio, con quien competía; o el verdulero italiano, que llegó al borde de la locura con los intentos de la Nona por hablarle en su lengua natal (idioma que la Nona desconocía, obviamente), o el cajero del banco que debió soportarla mes a mes con todas sus preguntas, quejas y situaciones absurdas cuando iba por su montepío; o su propio hermano, harto de soportar su indolencia frente a las dificultades de su vida y su frialdad.
Con un humor punzante, el narrador hace reír con cada escena de la vida de la Nona en la que reconocemos a tantos personajes femeninos arquetípicos: la vieja metiche, la suegra insoportable, la dirigenta del comité de administración del edificio, etc.