En 2024, y en un marco institucional degradado, México tendrá la elección más grande de su historia: elegirá a un nuevo presidente, renovará el Congreso y se elegirán nueve gobernadores, así como miles de presidentes municipales y legisladores locales. Será esa elección el campo de batalla entre el retorno al pasado que ha impulsado AMLO —el dinosaurio disfrazado con ropas democráticas— y el jalón hacia el futuro por parte de una sociedad convencida de la utilidad de los valores democráticos y de la transformación de las estructuras políticas, económicas y sociales; una batalla cuyo resultado determinará el futuro de las generaciones venideras.
Macario Schettino nos recuerda que, en tiempos de incertidumbre, las sociedades suelen elegir la tradición, lo conocido, los valores que, a pesar de su obsolescencia, le dan certidumbre a una sociedad confundida. Pero una sociedad encerrada en sí misma solo sirve a un modelo que ha fracasado con anterioridad. El dinosaurio disfrazado plantea el problema y la solución para México: si queremos una verdadera transformación, esta debe romper con el pasado de la historia oficial. No es algo imposible: habíamos logrado avanzar en el último cuarto de siglo. Se trata de recuperar el rumbo en temas económicos y, sobre todo, sociales. La decisión es suya. Las consecuencias las vivirán las generaciones futuras.