«El movimiento feminista de los años setenta luchó para las generaciones venideras. Y crecimos para convertirnos en mujeres profesionales sin vetos a ningún propósito ni sueño. Sin desigualdad, cualquier meta era posible. Y dejamos de ser feministas. Ya no estaba bien visto reivindicar la igualdad, y el feminismo se convirtió en una palabra fea. Pero seamos sinceras: nos han engañado.
Sin embargo, hay mujeres ejemplos de rebeldía, tesón e inteligencia que han triunfado en un mundo vetado para el liderazgo femenino. Mujeres intrépidas que vociferan al mundo desde el silencio del trabajo, la entrega
y la pasión».