Pack Ahorra al Comprar 2 (Nº 032): 301 Chistes Cortos y Muy Buenos & Las reglas del juego

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301 Chistes Cortos y Muy Buenos

Ainhoa Montañez

Una recopilación de chistes cortos y muy buenos. Una muestra:



¿Qué le dice un muerto a otro?

¿Quieres gusanitos?



–¿Y cómo está tu novio?

–Ya no es mi novio.

–Menos mal, era un imbécil y un tarado.

–Ahora es mi marido.

–Hace frío, ¿no?



El novio a la novia:

–Amor, ¿vamos al cine esta semana?

–No puedo, cariño. ¿Qué tal la otra?

–Está bien, pero ella tampoco puede.



–¿Cómo te va por el gimnasio?

–¡Brutal! Me salen músculos que ni siquiera conozco. Mira... ¿cómo se llamará este?

–Trapecio.

–Yo a ti también, tío, ¡trapecio mucho!



–Me he liado con una sevillana y me ha llevado a ese sitio de bailar zapateaos.

–¿Tablao flamenco?

–No, no. Hablaba en español. Raro, pero español.



–Papá, ¿puedo usar el coche?

–No, no puedes sin mi supervisión.

–¡Uy, uy! Perdón por no tener superpoderes como tú…



¿Qué es un circuito?

Es un lugar donde hay elefantuitos, caballuitos, payasuitos…



–Camarero, ponga una de calamares a la rumana.

–Perdón, señor, será a la romana.

–Irina, cariño, dile al gilipollas éste de dónde eres…



–Robin, ya va siendo hora de que te dé mi bat-móvil.

–¡Ostras, Batman! ¡Mooooola!

–A ver, apunta: 655…



–Mi novia me dejó, y para colmo, se fue con mi mejor amigo.

–Te entiendo perfectamente.

–¿Te pasó a ti lo mismo?

–No, pero hablo castellano.



–Línea Directa, dígame.

–¡Que me he hecho Gótico!

–Y a mí qué me cuenta.

–Ah, no sé. ¿No había que dar parte por siniestro?

___

Las reglas del juego: Una aventura de aceitunas asesinas

Myconos Kitomher

Susan, una mujer atrapada en un juego macabro con su grupo de nuevas amigas, se verá obligada a enfrentarse a ellas para salvar la vida de su marido y de sus dos hijos.

Fragmento:
—No sé lo que es, pero Isobel tiene uno. Se lo vi el pasado viernes, durante la partida. Le caminaba por debajo de la piel, le bajaba por el cuello.
—¿Y no dijiste nada?
—Me pareció divertido. Supongo que no estaba en mis cabales.
—¿Y ahora lo estás?
—¡Ahora lo tengo dentro! ¡No es lo mismo, joder!
—A ver, no te muevas. Déjame que lo mire otra vez. Quizá hayan sido imaginaciones mías.
Susan volvió a apartarle el pelo, pero esta vez le metió el cañón de la pistola en el costado.
—No te muevas si quieres conservar las tripas dentro.
—Qué agradable te has vuelto.
—Culpa vuestra.
El bulto había desaparecido. Susan estaba por creer que se lo había imaginado cuando volvió a localizarlo, en medio del cuello. Muy despacio, sin creer que aquello pudiera estar sucediendo realmente, pero consciente de que no soñaba, acercó un dedo al extraño bulto. Era más bien alargado, más o menos del tamaño de una canica, pero con la forma de un melón. Cuando Susan lo palpó con el dedo índice, la cosa echó a correr cuello abajo, abultando la piel a su paso.
—Dios Santo...
—¿Qué pasa?
—Madre mía...
—¡Susan!
—¿No lo sientes? Te… te está bajando.
—¡No siento nada de nada! ¡Déjame parar, no puedo conducir así!

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