Existe la teoría de que deberíamos nacer con una pequeña cantidad de alcohol en nuestra sangre, y que una ligera embriaguez abre nuestras mentes al mundo que nos rodea, disminuyendo nuestros problemas y aumentando nuestra creatividad. Animados por esa teoría, Martin y tres de sus amigos, todos ellos cansados profesores de secundaria, se embarcan en un experimento para mantener un nivel constante de intoxicación etílica a lo largo de su jornada laboral. Si Churchill ganó la II Guerra Mundial aturdido por el alcohol, ¿quién sabe lo que unos pocos tragos podrían hacer por ellos y sus alumnos?