En el último periodo de su vida lúcida, Nietzsche resume su lucha contra las falsas concepciones que conforman la tradición de la filosofía, la moral y la religión de Occidente.
Para llevar a cabo tal ataque, el filósofo decide analizar aquellos ídolos que han aparecido a lo largo de esa tradición como valores supremos que guían y regulan un tipo de comportamiento que se corresponde con un modo de vida. Esos ídolos, cuando se les toca con el martillo, suenan a hueco, no son nada más que fuegos fatuos que el propio hombre ha introducido en la realidad y que se desvanecen ante la sola mirada atenta de quien los contempla con atención y sensatez.
El crepúsculo de los ídolos es el ocaso de los grandes valores “eternos” que han dominado una civilización y una forma de vida, un ocaso que tal vez preceda a una nueva aurora llena de promesas, a un cambio de todos los valores.
Prólogo de Agustín Izquierdo
Friedrich Wilhelm Nietzsche (Röcken, 1844-Weimar, 1900) fue un filósofo, poeta, músico y filólogo alemán, cuya obra ha ejercido una profunda influencia en el pensamiento europeo y en la cultura, y como tal ha sido reconocido como figura significativa en la filosofía contemporánea, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX. En especial dejó su huella en los filósofos existencialistas, teóricos críticos, fenomenológicos, postestructuralistas y posmodernos, así como en la sociología de Max Weber. Su talento creador está definido por su particular estilo y la sutileza al escribir.
Es considerado uno de los tres «maestros de la sospecha» (según la conocida expresión de Paul Ricoeur), junto a Karl Marx y Sigmund Freud.
La temática escogida en su trabajo intelectual fue muy diverso con disciplinas tan distintas como el arte, la filología, la música, la historia, la religión y la ciencia.