Sin embargo, la muerte de su mentor, el Animal Romo, obliga al Gato a hacer un alto y rememorar sus inicios en la industria, entre presupuestos raquíticos, guiones absurdos y rituales para atraer la suerte, pero también las envidias y los odios que bullen detrás de la competencia artística.
Sórdida y profundamente mordaz, Ánima es «un largo y elaborado insulto hacia [...] un mundo sin estatuas de dioses ni dinosaurios de plastilina, sino pletórico de creativos de publicidad, jurados de premios y tutores de becas, funcionarios con un largo currículum de ineptitud e inquina, y críticos seudopoderosos para quienes la maquinación, el cochupo, el sobrecito, el agandalle, el complot y la tenebra son tan usuales como la cena y el desayuno».
Con un humor abrasivo y el estilo implacable e irónico que lo ha convertido en uno de los escritores mexicanos más relevantes de los años recientes, Antonio Ortuño retrata el mundillo del cine, con sus excesos y mezquindades, a la par que plantea una reflexión acerca de la irrefrenable vanidad humana y el febril deseo de aplastar a los demás.